Ya hacía tiempo que no me pasaba por aquí. He estado unos meses muy inactiva, básicamente para priorizar otras facetas importantes de la vida. Pero siempre siento un sensación de abandono por las cosas que suelo aparcar. Y el blog siempre está en mis pensamientos. Acabo de volver de un viaje a Bruselas, un viaje que necesitaba como agua de mayo, porque para mí era muy necesario desconectar para reconectar. Desconectar de mi rutina, salir de mi día a día y volver con otra perspectiva para mirar todo desde un ángulo más amplio y volver a reconectar conmigo y con lo que quiero.
Y es que llevaba un tiempo un poco perdida, desbordada de mí y de la vida. La gente que me conoce y que suele escuchar mis peroratas sabe que a mí «me pasan cosas». Como a todo el mundo, claro. La diferencia es que yo hago de esas cosas castillos en el aire. ¿He dicho castillos? Mejor fortalezas infranqueables XD. De las buenas, y sobre todo, de las malas. Tratar de gestionar mejor mi inteligencia emocional es y será siempre un objetivo a lograr. Algún día. Y os hablaré de ello porque estoy leyendo muchísimo sobre cosas súper interesantes que seguro os gustarán.
Pues eso, que no podía con mi existencia. Y decidí escapar por unos días de la rutina. Y por supuesto me he llevado a Teo conmigo. Hemos ido a Bruselas a visitar a una gran amiga que lleva allí 5 meses. Una luchadora a la que yo admiro profundamente. Y ver su trayectoria vital, compartir noches casi en vela hablando de nosotras, de nuestras vidas, de las vidas de los nuestros y de nuestros planes futuros y necesidades me ha hecho sentir más que nunca que no sólo soy un ente individual, que todas mis miserias se basan en un ego que normalmente nos acecha a todas y hace que caigamos en estos pozos negros ¿por qué a mí? ¿por qué yo?
Cuando te centras en tu individualidad, en lo que te pasa sólo a ti, y no a todo el mundo (que también les pasan cosas y en su mayoría igual o más duras que a ti), es muy difícil relativizar. Y muy fácil caer en el victimismo, en distorsionar tu realidad, verla completamente negativa y sin solución. Esto, sumado a que lo que te pasa no suele depender de ti, sino de factores externos, tiende a provocar (al menos en mi caso) evitar asumir mi propia responsabilidad y complicarme mucho más la toma de decisiones para solucionar mis conflictos.
Y las cosas son mucho más sencillas que eso cuando consigues salir de ese bucle. De verdad. Mirando todo con perspectiva, he sido más consciente que nunca de mi camino, del trayecto recorrido, de cómo cada bache, cada vivencia, me ha llevado a ser la persona que soy hoy en día. Con sus cosas buenas y malas, pero sobre todo con la conciencia de lo que he logrado hasta ahora. Experiencia, paz mental, orgullo de sentirme mujer, madre….Orgullo de saberme entre mujeres fuertes, que luchan cada día por ser mejores y que me enseñan con su ejemplo y sus consejos que no debo ser tan dura conmigo misma.
Esa es mi maravillosa tribu, de la que me nutro cada día. Las que me escuchan, las que me reconfortan, a las que presto el hombro cuando ellas lo necesitan y entre nosotras nos retroalimentamos. Por suerte, a algunas las tengo cerca y puedo abrazarlas y también por suerte a otras, las que están lejos, puedo visitarlas, charlar con ellas a diario, ver crecer a sus hijos y recordar momentos preciosos que Google nos ofrece cada día hace semanas o años.
El domingo pasado durante el viaje, por ejempo, fue una tarde mágica. El niño pequeño de mi amiga montó en bicicleta por primera vez sin ruedines. Esa alegría contagiosa de ver su sonrisa mientras pedaleaba, de contemplar a su madre, a su hermano y a Teo corriendo felices detrás de él por el parking jaleándolo y dando saltos de emoción mientras yo los grababa va a ser un momento que pienso guardar en mi retina todo lo que mi memoria pueda soportar. Porque le ayudé a lograrlo, porque fui partícipe de ese gran acontecimiento y porque sentí a ese pequeñajo de 3 años como si también fuera mi hijo y su alegría fuera también la mía.
Y es que ¿sabéis algo? Pensamos que la vida es dura porque a veces nos da reveses que no son fáciles. Que nos hacen sentirnos mal, que provocan que no podamos ver la luz al final del túnel. Pero al final todo es cuestión de perspectiva. De ver el vaso medio lleno o medio vacío. De ver ese revés como una desgracia o como una oportunidad para salir de tu zona de confort y enfrentarte a ello mucho más fortalecida.
Yo me fui de viaje convencida pero también muerta de miedo por si mi hijo se perdía, por si no me hacía caso, por mil cosas. Tenía la confianza de controlar el inglés y de saberme entendedora de algo de francés. Y mi gozo en un pozo. No entendía apenas nada, y no conseguía hilar las frases sin perderme o sin mezclarlas. Un desastre. Muchísima inseguridad. Me sentía como Paco Martínez Soria en Madrid con cara de ¿mande?. El primer día fue un caos. Cogiendo metros que no eran, trenes que cambiaban de plataforma continuamente, lloviendo sin parar, con las maletas de un lado a otro. Pensaba que me daba un mal. Con el Teo a su bola, yendo y viniendo tan feliz mientras a mí se me hinchaba la vena….un horror, vamos.
En 2019 nos fuimos a los Campamentos Saharauis de Tindouf los dos. Fue nuestro primer viaje juntos, pero no tuvo nada que ver con esto. Íbamos en grupo muy arropados, Teo sólo tenía 3 años y todos lo cuidaron como si fuera suyo. Y en los campamentos se mimetizó con el resto de niños y apenas me enteré que tenía un hijo en toda la semana.
Pero esto era diferente. Solos él y yo cogiendo un avión, tratando de llegar al trabajo de mi amiga, luego buscando sitios que le gustaran al nene…los primeros dos días estuvimos solos y el fin de semana con ellos. Pues en esas más de 48 horas pasé de estar con una congoja para morirme a relajarme de un modo que ni yo podía entenderlo.
Y fue porque comprendí qué me pasaba. El motivo que me hizo relajarme fue ni más ni menos que pensar de otra manera: «Lo he hecho. He llegado hasta aquí. Perderé un tren pero hay más, Nos equivocamos de línea de metro pero así lo conocemos mejor para el siguiente trayecto. Si llueve y nos calamos tenemos la excusa perfecta para ir a una cafetería a tomarnos un chocolat chaud et une gaufre avec chantilly» (vocablos muy importantes si vas a Bélgica :P). Y si no lo sabes decir, señalas, haces gestos y sonríes, que también funciona, te lo digo yo.
Al final hemos conseguido disfrutar mucho de estos días fuera de casa, tanto Teo y yo solos, como en grupo con mi amiga y sus peques. Pero vamos, debo decir que esto último ha sido lo más fácil porque ellos son maravillosos.
Y es que a veces no tienes fuerzas para tomar decisiones difíciles. En ocasiones las tomas, pero una vez que te decides te asaltan mil dudas sobre todo. En esas ocasiones tienes dos opciones no excluyentes entre sí: sacar fuerzas de flaqueza sabiendo que ese cambio es necesario para estar mejor y tirar para adelante. Y si no puedes, pedir ayuda, apoyarte en quien sabes que te ayudará, en tu red de apoyo. En esas personas vitamina que, bien sea por su propia experiencia o por su cariño hacia ti te hablarán sinceramente y te apoyarán sin enjuiciarte.
Si me estás leyendo y te sientes identificada con estas palabras, créeme, vas por buen camino.
Así que no estoy muy segura de cuánto me durará esta fase de cordura y conciencia, ni si seré lo suficientemente fuerte para ir afrontando lo que vaya viniendo por delante de la mejor forma posible. Pero he de deciros que desconectar para volver a reconectar conmigo misma me ha venido maravillosamente bien y me ha dado mucha fortaleza y ayudado a limar un poquito esas creencias limitantes que tengo siempre revoloteando encima de mi cabeza. Sobre mi vida, la crianza de mi hijo y muchas cosas más que siempre me rondan la cabeza….
¿Y tú? ¿Has probado alguna vez a cortar por lo sano y tomarte unos días para tí? ¿Tienes una buena red de apoyo en estos casos?
Si te apetece que te cuente cómo ha sido nuestro viaje, lo que hemos visitado, etc, sólo dímelo y en poco te traeré nuevo post con nuestras andanzas. Porque este ha sido el primer viaje solos, pero ya te digo yo que no va a ser el último, así que….
¿Abrimos nueva categoría en el blog sobre viajes monoparentales?
Un abrazo enorme!!
Hola Llanos ,leo alguna vez tu Block y en éste me siento bastante identificada contigo ,porque tengo una situación parecida,he estado un año de baja con la rotura de hombro y ortufion en cuello ,entonces ,sin trabajar ,me he perdido y desbordado cómo nunca.Asi que como mi contrato largo está en Murcia ,me voy a vivir allí…a un sitio a 10minutos de Centro de especialidades, donde voy a trabajar, e iniciar una nueva experiencia,,y casi vida en otro lugar .Mi inteligencia emocional e instinto ,así me lo dicen ,Con un poco de miedo e incertidumbre…pero con ilusión…..así que te entiendo perfectamente,
No sabes cómo te entiendo…cuando nos pasan cosas ajenas a nuestra voluntad que nos cambian completamente nuestra vida no resulta nada sencillo volver a habituarte a esa nueva rutina. Y resulta realmente fácil caer en la autocrítica y en la angustia continua, o al menos eso me suele pasar a mí. Verás como el cambio te va a resultar súper positivo. Además Murcia es súper bonita, yo amo esa ciudad. La incertidumbre es algo natural en estos casos, pero tú eres una leona y estoy segura que te vas a adaptar genial. Te mando un beso enorme y te voy preguntando a ver qué tal vas ¿vale? Gracias por tu comentario!!
Hola Llanos ,me identifico mucho contigo ,estoy en una situación parecida de desbordada,por estar un año de baja ,contando hombro rito.Y me voy a vivir a Murcia.Espero estar bien ,pero incertidumbre .Ya contaré guapa.